Otro elemento característico e importante dentro del paisaje de la Comarca del Valle de Alcudia, es un reducido número de volcanes que aún teniendo un carácter secundario, representan el extremo más al sur de la zona volcánica del Campo de Calatrava.

Las erupciones volcánicas de la Comarca del Valle de Alcudia responden a dinamismos efusivos y explosivos. Los magmas basálticos que dan origen a estas erupciones, suben hasta la superficie sin experimentar ningún proceso de diferenciación. Esto genera el desarrollo de erupciones efusivas y moderadamente explosivas (erupciones estrombolianas). La presencia ocasional de agua externa al sistema volcánico, procedente de acuíferos o de aguas superficiales, desencadena erupciones de alta explosividad con crisis freáticas y freatomagmáticas.

Los edificios volcánicos de la Comarca del Valle de Alcudia son monoestructurales, o bien han completado su estructura y fisonomía a lo largo de varias erupciones. Estas erupciones han podido estar separadas por miles o cientos de miles de años y pueden haber respondido a idénticos o diferentes dinamismos eruptivos.

La forma de los volcanes está condicionada al tipo de erupción y por tanto a las características y disposición de los productos emitidos. Los procesos erosivos naturales no han actuado con excesiva intensidad sobre ellos, siendo las acciones del hombre fundamentalmente, las responsables del deterioro de buena parte de los edificios volcánicos de la Comarca.

Los elementos que la actividad volcánica ha introducido en la Comarca del Valle de Alcudia son básicamente los siguientes:

Mantos de basalto: Se asocian a erupciones fisurales. Se derraman por el territorio formando amplios lóbulos superpuestos.

Coladas o “Negrizales”: Las coladas presentan morfologías diferentes en función de la mayor o menor fluidez de las lavas. Ocasionalmente pueden presentar extensiones considerables. Pueden modificar los niveles de bases locales y dar lugar a zonas de encharcamiento. Los procesos de alteración superficial las convierten, junto a las acumulaciones de piroclastos de caída, en negrizales especialmente ocupados por los cultivos de cereal y huerta.

Domos o “Castillejos”: Son acumulaciones de lava en torno al punto de emisión. Presentan forma de lente convexa o se muestran como una acumulación de bloques de lava de aspecto caótico.

Conos o “Cabezos”: Forman edificios constituidos por piroclastos de caída. La trayectoria parabólica que describen estos piroclastos desde que son emitidos hasta que caen, es determinante para entender la morfología final del volcán. Altura y extensión de la base esta marcada por un proceso de autorregulación que levanta conos de entre 80 y 100 m de altura y diámetros máximos en torno a los 1.500 y 2.500 m. Tanto la erosión como erupciones finales consistentes en emisión de volúmenes muy cortos de lavas poco fluidas, han permitido la formación de perfiles muy suaves para estos aparatos, y en la mayoría de los casos la desaparición de los cráteres, colmatados o soterrados por la emisión de las últimas lavas.

Maares u “Hoyas”, “Aljibes”, “Navas” y “Navazos”: Son cráteres abiertos en potentes erupciones hidromagmáticas. Se sitúan sobre materiales del zócalo, ocupando espacios serranos, o bien, en las cuencas, ocupando posiciones de centro o de borde, según la fracturación y la existencia de agua superficial o confinada en acuíferos. La morfología resultante de este tipo de erupciones se resume en la apertura de cráteres explosivos de dimensiones comprendidas entre 500 y 2.500 m. de eje mayor, de forma circular o elíptica y profundidad variable. Esta puede ir desde apenas unos metros hasta superar los cien de borde de cráter.